miércoles, 23 de junio de 2010


EL GATO TORCUATO
Federico Fayerman
Catorce de abril de 2010


El gato Torcuato salía de noche
Cogía sus cosas,
Saltaba la valla con mucho cuidado.
Y al no tener coche
Se marchaba andando.
Y en la madrugada
Con la luna llena,
Hablaba de amor
A su gata Elena.

El gato Torcuato caminó durante más de dos horas cruzando la ciudad, desde la zona norte donde vivían los ricos, hasta la zona sur, donde vivían los más pobres. Estaba citado con su novia, la gatita Elena y ambos pensaban colarse en el cine de su barrio. Querían ver Los Aristogatos, una película de la que les habían hablado muy bien sus amigos Sansón y Platón.
Ya eran las siete de la tarde y de noche, cuando Torcuato, que atravesaba un basurero, se encontró de frente con la pandilla del gato Cipriano.
El gato Cipriano estaba enamorado también de la gatita Elena. Pretendía que Torcuato no apareciera nunca más por el barrio sur y quedarse él solo con el amor de la gatita. Torcuato comprendió que le habían tendido una trampa y al tratar de escapar, cayó en un agujero muy profundo.
Después de cerciorarse de que Torcuato no podía salir del hoyo, Cipriano se marchó contento con toda su pandilla, pensando que se había librado por fin de su competidor.
Torcuato quedó magullado en el fondo del pozo y allí estuvo durante toda la tarde, hasta que de repente, se abrió un boquete a su lado por el que aparecieron dos cabezas con ojos saltones y orejas puntiagudas, Era Rita, la rata y su amigo Melitón el ratón. Entre los dos levantaron a Torcuato y le condujeron por el túnel hasta su ratonera, que estaba escondida entre los escombros.
Allí, la rata Rita curó las heridas de Torcuato y cuando al cabo de una semana éste se repuso, le acompañó hasta el límite del barrio donde se despidió de él con tristeza.
Torcuato pensó en no volver más por la zona sur, ya que la gatita Elena se hizo novia del gato Cipriano y ya nada se le había perdido por allí.
Unos días después, mientras paseaba meditabundo por las calles de su barrio, se dio cuenta de que no podía dejar de pensar en Rita y en lo desagradecido que había sido con ella. Así que ni corto ni perezoso atravesó de nuevo la ciudad, buscó las ratoneras de Rita y Melitón y les propuso que se fueran a vivir con él a su casa. Tenía un desván muy cómodo y unas vistas maravillosas a los tejados de las casas cercanas. Además en la cocina nunca faltaba el queso ni las galletas.

El gato Torcuato y Rita,
Sentados en el tejado
Miraban la luna plata.
Y Torcuato enamorado,
Le acariciaba el cogote
Con su pata.

Para mis cuatro nietos. En especial para Alejandra, la pequeñita.