domingo, 4 de octubre de 2009

CUENTO PARA ADRIANA


Federico Fayerman
Treinta de mayo de 2009


Hace muchos años vivía en Madrid una niña que respondía al nombre de Esther. Era tan guapa, que su madre siempre le decía, que el sol brotaba todas las mañanas solo para ver su sonrisa y la luna todas las noches para vigilar su sueño.
La pequeña Esther creció rodeada de felicidad; estudió, trabajó, y cuando fue mayor se enamoró, se casó y tuvo dos hijos. Y una noche, cuando era un poquito más mayor, se le apareció en sueños un mago.
El mago le dijo a Esther que se llamaba Mirro.
Mirro no era un mago cualquiera. Era el dios de los magos, el más mágico de todos los magos del universo. Y Mirro le ofreció a Esther elegir tres deseos, fueran los que fueran, dinero, casas, coches, joyas… Lo que quisiera.
Entonces Esther le dijo que no ambicionaba dinero, ni casas, ni coches ni joyas, y le pidió al mago Mirro, que era el mago más mágico de todos los magos del universo, sus tres deseos:
Una niña que se llamara Adriana.
Que el sol acudiera a su ventana cada día para verla despertar.
Y que la luna se alzara en el firmamento cada noche para velar su sueño.
Y así sucedió. Unos meses después, cuando hacía mucho, mucho calor en Madrid, el mago Mirro cumplió lo prometido.

Con todo mi cariño, para Esther de la Oz.