jueves, 22 de diciembre de 2011

AÑO SESENTA Y SEIS a las ocho de la tarde.

¿Y por qué ha pasado otro año?
Y van sesenta y seis. Y va mi vida repartida en ellos de forma heterogénea.
No hace muchos años, me sentía inmortal.
Estos últimos cinco o seis los he pasado inundando folios con mil historias inventadas pero que realmente ocurrieron, engañando al papel con mi memoria tardía, con las ideas confusas y precipitadas, intentando llenar mi vida con algo serio y perdurable. Algo que pudiera continuarme cuando ya no esté y ¡que egoísmo el mío! que vuelva a hacerme sentir otra vez inmortal, aunque solo sea a los ojos de mis descendientes y algún que otro amigo al que embauqué.
No soy de fiestas ni de cumpleaños y cada año hay más y más. Soy de pantalón corto en verano y de anorak cuando el frio ataca. De deportista convulsivo he pasado a sedentario satisfecho.
Acumulo amigos y recorto sueños.
Repaso viejas fotografías en las que no me veo como creí que fui. El niño de pantalón blanco con las rodillas llenas de rasguños, subido en unas piedras y soplándose el rubio flequillo me mira irónico. No me pertenece.
Mis compañeros del colegio son tan viejos como yo y ya no quieren hablar de aquellos tiempos o simplemente no los recuerdan.
Cierto que este año no ha sido malo, sigo aquí que no es poco, juego a la primitiva cada semana y a la lotería en Navidad. Viajo de vez en cuando, paseo hasta la biblioteca y fomento la amistad más que nunca. Estoy contento y triste a partes iguales y en muchos momentos no sé realmente cuando lo estoy.
Mi familia me quiere y yo a ellos. Cada año un poco más.