lunes, 14 de marzo de 2011


EL JARDIN
Federico Fayerman

Estoy terminando de cortar la hierba del pequeño jardín de mi casa. Ciertamente esta ya demasiado crecido, bastante más que otras veces. Claro, se ha estado regando dos veces diarias y aunque hace tiempo que no llueve, al ser tan pequeño se ha mantenido muy mojado, casi al borde de la inundación. Lo vengo notando estos últimos días cuando lo recorro vigilando el estado de las flores que lo rodean. Si es importante el césped, tanto o más lo son las plantas que lo adornan y lo complementan,. Al menos eso creo cuando quito las malas hierbas y dirijo las guías de la madreselva por entre los rombos metálicos de la cerca.
Ahora que he terminado de cortar y limpiar, recuerdo que hace ya muchos años que plantamos este césped. Recuerdo su color verde parejo, su superficie plana, su absoluta carencia de malas hierbas, su olor también lo sentía verde, verde húmedo después de regado. En distintas épocas ha pasado por malos momentos, como cuando casi se secó porque dejamos cerrada la llave de paso, o cuando le empezaron a salir calvas porque el agua de los aspersores no llegaba bien a todos los rincones. En otra ocasión recuerdo que le atacó no sé qué bichito, pero conseguimos sacarlo adelante. Ahora, bien mirado, su color es más bien verde monótono, le falta brillo y quizás vida y su superficie ya no es tersa como antes, ahora es irregular y llena de baches y su olor es verde añejo por el paso de los años, pienso yo.
Pero no tengo intención de cambiarlo. Podría levantarlo y replantar un césped nuevo, joven, de color verde intenso, con su piel de hierba tersa y suave, con un olor penetrante, ajeno, intruso. Pero no sería nuestro césped de siempre, el que plantamos hace tantos años, con ilusiones, con juventud, con esperanza y con sueños de verlo crecer juntos. Quiero dejar mi jardín como está, como quiero que siga estando y como quisiera que nos acompañara en lo por venir. Definitivamente me gusta mi césped irregular, con su viejo olor verde de hierba mil veces segada por mí y mil veces pisada por los dos, mientras cuidamos y regamos las flores que la rodean.

3 comentarios:

  1. Bonito relato. Un jardín como la vida misma.

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  2. Es que ese césped es como de la familia, jeje...Cuando se escribe como tú lo haces, todo puede volverse relato, hasta un puñado de hierba, ¡Bien, Federico!

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  3. muy bonito fede. Marta

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