martes, 16 de junio de 2009

EL ESCRITOR PUBLICÓ EL NO-CUENTO Y ESPERÓ

El escritor publicó el no-cuento y esperó.
Y sus personajes de tinta y papel se convirtieron en personajes de carne y hueso. Gracias a la amistad y al amor.
“Gracias por crearnos y hacernos personajes. Gracias, mil gracias por pasearnos por tu relato como Esteres de ficción, que un día se acercaron a la realidad. Gracias por echarnos de menos y sumarnos a la eterna y deliciosa aventura de escribir”.
Y sus palabras agradecidas formaron parte del relato, que para el escritor se convirtieron en el capítulo más querido de su obra.
Y entonces fue un cuento completo.


CARLOS: EL PRIMO RUSO
(Carta a dos compañeras escritoras ausentes)

Federico Fayerman
Cinco de diciembre de 2009

Queridas Esteres:
Ayer os echamos de menos.
Lo cierto es que fue un día bastante frío, quizás tanto como para pensar que las ausencias a la clase de Creación Literaria eran debidas a eso, a las pocas ganas que muchas personas tienen de salir de sus casas en esas circunstancias.
Pero no, las causas habían sido diferentes según he sabido. Desde una visita al odontólogo, hasta acompañar a una hija para verla jugar al tenis eran de por sí justificadas y justificables.
Claro que los que acudimos a clase (posiblemente porque no teníamos algo tan importante que hacer) nos encontramos con un ambiente casi tan frío como el de la calle. Solo cuatro personas frente a Juan Carlos no creaban un clima demasiado acogedor ni invitaban a prolongarlo más allá de hora y cuarto, así que, cuando acabamos de leer los relatos de la semana, decidimos bajar a la cafetería y terminar la clase en alegre charla alrededor de un velador y a la vera de las máquinas automáticas de café y de refrescos.
Y pasamos de los relatos de Paco (Para luego morirnos todos), de Manuel (varios relatos mini) o de los míos (Cara de Loro y Una mesa con Zancos, que creo conocéis.) a conversar sobre Borges y su Historia Universal de la Infamia, de Felisberto Hernández, de Bukowski y su Máquina de Follar y de Halfon y su posible visita a nuestra clase del Mira (Soñaremos con esto).
Paco estaba muy contento, como casi siempre. Como casi siempre también, pese a que le hemos corregido solo una frase de su relato, opina que éste es una puta mierda. Tratamos de convencerle de que no lo era. Estaba contento sobre todo porque ya tenía encuadernado el libro de relatos que pensaba presentar al concurso literario y ganar sesenta mil euros del ala.
Después, cuando salimos al aparcamiento, Manuel, que había leído unos micro- relatos tan buenos como acostumbra, se excusó de no poder acompañarnos a la cervetertulia de las siete. Walda también se disculpó, así que me fui con Paco a cumplir el sagrado deber del drinky.
Esta vez no estaba el camarero que nos solía atender. Le reemplazaba una camarera morenita bastante mona pero con muy mal humor. Le pedimos dos jarras de cerveza.
La minúscula tertulia se estaba convirtiendo peligrosamente, por arte de magia y de las cervezas, en un toma y daca de confesiones inconfesables cuando por la puerta del bar apareció el primo de Paco: Carlos, el ruso.
Se sentó con nosotros y pidió una jarra de la rubia bebida.
De joven, según nos contó, también era rubio, como la cerveza que estaba paladeando en esos momentos y el pelo le colgaba hasta la cintura. Pero eso debió ser hace mucho. Ahora, al contrario, lucía bastantes años y poco pelo, y su aspecto bonachón desprendía simpatía lo miraras por donde lo miraras.
Entramos en conversación y Carlos nos contó que su padre, aviador republicano en la guerra civil, había participado con un avión de caza soviético Y-15 apodado “Chato” (creo recordar que dijo este modelo) en la campaña de Rusia durante la segunda guerra mundial. Hasta dieciocho estrellas equivalentes a otras tantas victorias lucía el “chato” en su fuselaje, y más de quince medallas de honor su padre en su uniforme de gala (que lo convirtieron en héroe de la URSS) cuando fue abatido por las baterías antiaéreas alemanas y después salvado in- extremis por los campesinos de Kañebkaya, un pueblo del Kubán soviético, que lo ocultaron hasta que el pueblo fue finalmente liberado. Herido de metralla en las dos piernas, no pudo volver a volar, ya que al gangrenarse tuvieron que amputárselas. Una maravillosa fotografía sepia de la época, surgida de la cartera de Carlos mostraba a Germán Vozmediano , que así se llamaba su padre bajando del “Chato” en mil novecientos cuarenta y tres,
Años después, Carlos cambió la pasión de su padre a los aviones por la de los coches deportivos.
Entre cervezas, aceitunas negras y cariñosos “cabrones e hijotputas “de Paco, pasamos más de una hora y media de animada charla conociendo un poco la historia de los padres de Carlos en Rusia, donde nació él, conversación en la que también pude intercalar algunos hechos y situaciones de familiares míos, igualmente nacidos en aquellos parajes del Este de Europa, pero que habían tenido lugar treinta años antes a los acontecidos al padre de Carlos.
Y hasta aquí lo que pasó durante la tarde el jueves día 4, porque a las nueve casi y media el primo Carlos y yo mismo nos fuimos a casa.
Paco se quedó apurando la última cerveza y quién sabe si pidiéndole otra a la camarera morenita...
Hasta el próximo jueves. Un beso ruso.
Federico

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