martes, 16 de junio de 2009

NO ES NOLTALGIA

Federico Fayerman
Diecisiete de febrero de 2009

Las cinco de la tarde. Sentado frente al teclado de mi HP empiezo a teclear palabras que me vienen a la mente sin orden. Mi gato acaba de saltar al suelo. Siempre está durmiendo sobre el escritorio y se enfada cuando enciendo el ordenador. Primero se lamenta, me lame las manos y no me deja escribir, después se levanta, se convierte en un gato con joroba, bosteza y salta.
Las nueve y media. Vuelvo de caminar. Caminar equivale a pensar. Pensar a recordar, recordar es volver al pasado y aunque sé que no es bueno volver atrás, lo hago. No lo puedo evitar pese a que lo intento con todas mis fuerzas.
Hoy he pensado en el tiempo que pasé en el colegio. Tiempo que con la travesía de los años se tornó feliz, aunque no lo fuera tanto. Feliz sobre todo por los compañeros, que hoy, cuarenta y seis años después siguen siendo amigos y amigas inseparables. Y no uno ni dos compañeros de clase, si no todos. Más de veinticinco. Sus nombres no son necesarios pues ellos ya se saben incluidos. Los malos recuerdos de aquel tiempo se suavizan y terminan diluyéndose en mi cerebro como los años que van quedando atrás y que sé que no volverán.
Es agradable acordarme de Tito, el pequeño Titi al que le colgaban las piernas sin llegar a tocar el suelo, sentado en aquel banco mientras nos hacían la foto anual del curso, aunque por desgracia ya no esté físicamente con nosotros.
De Paco o de Rafa y los partidos de chapas. Las tardes en los futbolines o jugando en el Retiro. De aquel jueves a las cuatro viendo una doble sesión en un cine del barrio con Fernando. De los primeros cigarrillos y los apuros por hacer desaparecer su olor. De las pipas de calabaza, los polos de hielo y las chuletas en las compositions. Es divertido recordar como éramos hace cuarenta y seis años aunque nos empeñemos en revivir las anécdotas cada uno de distinta manera. Es burlesco intentar reconocernos en los rostros de las viejas fotografías de entonces.
En realidad, aunque pueda parecerlo, como digo en el título no es nostalgia lo que siento ahora, porque no deseo estar otra vez allí. No deseo volver a los años del colegio y empezar de nuevo. Seguramente mi vida sería totalmente diferente a la que ha sido y yo no quiero que lo sea. Los aciertos y los errores cometidos se compensan aunque en lo esencial ganan las decisiones atinadas.
Estas reflexiones, para mí se convierten en un relato corto de un momento de mi vida. Quiero rendir un pequeño homenaje a la amistad que ha perdurado a través de tantos años. Desde la carrera por el túnel gritando a los partidos de frontón en el Club Santiago o de futbol con Lape en el patio del colegio, pasando por el compañerismo en clase, los brazos por encima del hombro del amigo a la salida y las confidencias, hasta Greta o Marimén, las primeras chicas del liceo que me gustaron con catorce años. Y los primeros viajes solos en el Metro. Todo ello conforma mi cuento con un elenco de personajes entrañables, curiosamente todos personajes principales, de ese lejano e importantísimo capítulo de la novela de mi vida.
Las doce y media de la noche. Mi gato vuelve a saltar encima del escritorio y reclama mis caricias.
(Para todos y cada uno de mis compañeros del liceo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario